lunes, enero 29, 2007

LA CIUDAD EGOÍSTA

Armado de una bebida desechable, mucha paciencia, una camarita y una hija fiel al lado, salí a su encuentro el sábado en el Bellas Artes. La pillé durmiendo siesta a la muy flojita. Con su cabecita al costado, con su bello vestido de niña, con su negro cabello azabache. Los grillos la acompañaban.

Después de esperar hora y media, hora y media de conversas, mientras admiro el afán empresarial del chileno en estos acontecimientos callejeros masivos: chapitas de la Pequeña, cintillos de la Pequeña, bellas fotos de la Pequeña a mil.

De pronto al final de la espera, en plena esquina de J. M. De la Barra con Monjitas, apreciamos a la distancia la potente música, la gente que se abalanza y los gritos de todo el mundo –incluyendo los míos. Es que ella que despierta...se pone de pie.

A duras penas mantenemos nuestro puesto en la esquina. Es interesante la enorme cantidad de niños presentes, de gente joven y de gente modesta.

Ella se aproxima: hay algo en sus gestos que la hacen arrogantemente simpática, aparte de bella. Irradia seguridad en lo que emprende, gira su cabecita a diestra y siniestra y cierra y abre sus maravillosos ojitos. Sonríe sólo abriendo su boquita. Pareciera mandarnos mensajes a quienes la admiramos de que sí las muñecas gigantes existen, viven y cumplen sus descabelladas misiones en las ciudades.

Que hay que apoyarlas, entenderlas y protegerlas cada día.

Qué nos pasó con esta marioneta que se tomó la ciudad el fin de semana?

Mis teorías o especulaciones respecto a tanta efervescencia y admiración a su paso, son las siguientes:

1.- Las ciudades necesitan eventos artísticos que las remezan;

2.- Los ciudadanos merecemos estos eventos artísticos gratis cada cierto tiempo;

3.- Hace bien para los niños creer que esas criaturas existen;

4.- Nos hace bien a los adultos, recordar que hasta hace poco también creíamos en esos sueños;

5.- Es maravilloso ver tal cantidad de poleas, engranajes, dispositivos, maquinarias, hombres, al servicio de una ilusión, sólo una ilusión;

6.- Es tan dulce sentirse seducido por una muñeca de madera y metal, casi tanto como sentirse seducido por una de carne y hueso;

7.- Hacen falta eventos urbanos como estos que reúnan a los ciudadanos en cuanto familia, en cuanto a vecinos.

8.- Conviene para las ciudades, que estas situaciones la descoloquen. Que interrumpan el tránsito, que varíen los trayectos, que se atrasen las citas y los compromisos, que se encuentren en las calles los ciudadanos y los amigos que hace tiempo no se veían. Le conviene a las ciudades.

9.- Le hace bien a las urbes que la cultura salga destempladamente a las calles. Que bramen las muñecas y los rinocerontes, que aquí aún hay gente que piensa, que imagina, que desafía, que hace pensar, que se atreve.

10.- Que existimos miles que queremos ser sorprendidos, desafiados, conmovidos, ilusionados.

11.- Porque con actos como los de ella, se rompe el mito egoísta de la ciudad, que arremete, que agrede, que no gratifica.

12.- La ciudad es egoísta porque vela sólo por su frío funcionamiento, por sus estructuras. Es egoísta porque vela por "sí misma" y no por nosotros que somos ese "sí misma". No le importan nuestras emociones. No vela por nuestras emociones. Y los ciudadanos queremos emociones colectivas gratuitas.

Estas especulaciones me emocionan mirando a la Pequeña. También porque me recuerda a mi hija pequeña cuando usaba esos mismos vestidos y esos mismos zapatos y caminaba segura de mi mano chupando un helado por estas mismas calles camino al Forestal.

PORQUE SE REPITAN MOMENTOS DE MAGIA COLECTIVOS GRATUITOS COMO ESTOS, GRACIAS ROYAL DE LUXE POR PERMITIRNOS VOLVER A JUGAR CON LAS MUÑECAS.