martes, febrero 21, 2006

OLD ENGLISH BAR O UNA CHICA DECIDIDA.

Era su refugio por años después de la oficina. Su Bar preferido, el living que le faltaba para recibir a los amigos. Acceso poco grato, en rigor. Siempre una obra sin terminar. Algo de english style, but not too much. Esas maderas quizá. - Qué se va servir, don Ramiro? - Lo mismo de siempre? Esa tarde fría de otoño habían pocos parroquianos. Ramiro eligió una mesa apartada. Para la ocasión: mejor. Alguien jugaba dominó en la lejanía. Ya no se escuchaba música. A Alejandro –el dueño- le había dado por eliminar la música de un tiempo a esta parte. Faltaba poco para el fin del happy hours y no sé por qué el pronto tañido de la campana histérica, que más que nunca sonaría a campana de K.O, te tenía loco. Puntual -como casi siempre- aparece por fin por la puerta ella. Muy linda. Producidamente linda. Sonriente dejando ver esos dientes perfectos flanqueados por esos labios gruesos y apetitosos que tan bien besabas. Esa mini falda blanca te sentaba demasiado bien. Tus piernas eran lejos tu plus. La blusa drapeada y el collar, los zapatos aguja, blancos, todo en su lugar. El beso de bienvenida – qué quieres - fue irremediablemente frío. Por tus labios. Por los de ella. - ¿ Cómo has estado? . Mientras la acomodaba. - ¿Cómo va la pega?. Esas creativas preguntas que nunca se sabe si contribuyen en algo a distender el ambiente previo a conversaciones importantes, como sí contribuyó el primer tequila Margarita que bebieron, su trago preferido. Se le notaba tensa, como quién espera en la antesala de la Dirección del Tránsito el examen de chofer. Ramiro, entre vergonzoso y temerario aunque ducho en esas lides. No con arrogancia de macho cabrío o de desvergonzado, que afortunadamente ambas cosas no lo era. Sino por haberse hecho cargo hace tiempo que dentro de su pecho no cabía un corazón sino un negocio. Sí, un mal negocio. Que se cerraba cada vez que los números se ponían rojos y el debe superaba el haber. Contigo había buscado la táctica 2: la de alejarse sin explicaciones, que antaño le reportó dividendos. Hasta que decidió que no era bueno hacerse el maricón cuando muy adentro no era maricón, bueno, no tan maricón. De modo que hacía 30 días que no se veían y estaba inquieto. - ¿Cómo están tus hijas? - ¿ Te fue bien en esos concursos? Las mismas desafortunadas preguntas con que se quería hacer fuerte. Jugando con tus mismas cartas de canalla adorable. - Otro tequila? Tomándose su tiempo y queriendo dorarle la perdiz. - Sabes? - le dice, ya más posesionado – Te he citado a este lugar porque quiero confesarte algunas cosas que me han estado sucediendo ( Bien sabía el maricón que no le “estaban sucediendo cosas” sino “ que le habían sucedido cosas irremediablemente”). – En algún minuto de nuestra relación que no acierto a descubrir cuál fue, se instaló la duda, la incertidumbre del futuro, las observaciones guardadas, las críticas soterradas, la monotonía destructiva, en un proceso interno mío no comentado. - - Me lo guardé en espera de la auto-mejoría complaciente. Me fui perdiendo, inmaduramente, en la ausencia, sin quererlo pero deseándolo, no sabiendo qué otra cosa hacer, la situación dominándome. - Me alejé de ti como si nada… sin que supieras de mi…de este proceso...sin explicaciones…sin que supiera de ti. - He descubierto que no puedo construir relaciones simétricas – le dijo. – No sé construir relaciones simétricas y mantenerlas asimétricas me hace daño. Y se dio por satisfecho. Porque esa maldita frase: “relaciones simétricas”, identificaba absolutamente quién era él a la hora de los quiubos, a la hora de los amores serios, que pudieran hacer creer que algún bucanero debió verter sus genes en algún itinerario de su sangre. Después de ese tsunami pasó lo que no se esperaba pasara. Ella pudo haberse parado, darle un suácate y marcharse sin decir ni una palabra. Pudo haber sido que callara y se sumiera en un ostracismo habitual, memorable. Pudo lanzarle al rostro su vaso de tequila y otro más y Ramiro no se hubiera sorprendido. Pudo haberlo llenado de típicas interrogantes como: – dime por favor qué hice mal, en qué fallé? – podemos empezar de nuevo? – hay otra? (La respuesta era la de siempre, la de tus últimos años: - En rigor había otro: tú.) Pero no. Estalló en llanto. Triste llanto y musitó: - Déjame llorar unos minutos, no más. Voy al baño y vuelvo, mientras retrocedía dándole el manotazo de su espalda todos aquellos 5 metros que separaban esa mesa del toilette de damas. Pasaron cinco minutos terribles y apareció, recuperada, bella como si nada, los labios gruesos y apetitosos pintados que tan bien besabas y se sentó frente a ti mirándote al final de tus ojos que es donde esperaba encontrar al menos esta vez a Ramiro. - Te voy a decir algo y será lo último que sabrás de mi. Fuiste un hombre muy importante en mi vida, a pesar de lo efímero de esta relación. Te confieso que me hice ilusiones contigo. (Todo ya pronunciado en maldito pasado). - Lo que compartimos será inolvidable. Crecí contigo pero debo decirte ahora que eres un concha de tu madre, un desgraciado, un inmaduro, un inestable, un hijo de puta. (Cada adjetivo hendía tu piel en lo más frágil). - Pasará un mes en que te lloraré todos los días. Sí, huevón. Todos los días!!! Tendré que amarrarme las manos para no llamarte o no tomar el auto para ir a buscarte.. Tendrás un mes de lágrimas por ti y por mi. - Al tercer mes estoy segura me verás feliz por la vida recuperada –pitonisa-quizá hasta con una nueva pareja. - Adiós y no quiero verte más, maricón!! Vomitado esto se irguió y partió. Desahogada hidalga altanera noble distinguida altiva digna, muy digna se marchó, dejándole a Ramiro y a los parroquianos escasos que se habían percatado de su tono belicoso, el recuerdo de esas bellas piernas por detrás tan torneadas que nunca más recorrerías. Como pasan a veces los meses, pasó un mes. Un inefable mes. Un impertérrito mes. Pasó el segundo mes y estacionándote en cualquier lugar de la ciudad mirando por el espejo retrovisor que es por donde se miran estas cuestiones de la vida, la viste. Parecía ella-no puede ser ella-era ella...Se besaba descaradamente en el auto de atrás con un sujeto, un maldito sujeto. Había cumplido su promesa y te dolió estoy seguro te dolió allí precisamente allí en ese maldito rincón de Ramiro donde ella nunca pudo llegar. En ese detestable rincón que nunca pudo cercar. Donde se acurrucan tus penas. Donde se atrincheran todas tus debilidades e incertidumbres. Tus temores mayores. Allí mucho te dolió porque sencillamente no sabes si podrás algún día llegar allí tú también.

8 Comments:

At 7:49 p. m., Blogger Luzjuria said...

Felicitaciones, buen relato, ¿verdad o ficción? como siempre, esto es al gusto de cada lector. Cada vez que te leo, confirmo que eres excelente escritor ...

 
At 9:27 p. m., Blogger un cheque en blanco said...

No me preguntes, Luzjuria, si es verdad o ficción. Hay que preguntarle a Ramiro o a ella.

 
At 10:10 p. m., Blogger un cheque en blanco said...

Y...Muchas gracias por el cumplido!!!

 
At 12:14 a. m., Blogger alasdemariposa said...

¿por que nos desgastamos la vida esperando que otros (u otras) gatillendo en nuestro ser aquello que ni siquiera nosotros conocemos?

 
At 1:25 a. m., Blogger Rodrigo Rubilar Campos said...

buena... muy buena. Mejor que el gato, obvio...

Gracias a ustedes... ja!
Salud.

 
At 9:56 a. m., Blogger Renata said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

 
At 10:11 p. m., Anonymous Anónimo said...

holaaaaaaaaaaaaaaa, soy "la chueca" quiero que sepas que he leído muy concentrada cada uno de tus increibles relatos y me parecen fuera de serie, te felicito, congratulations!!!!!!!, tendremos mucho que conversar, un beso para ti,

Ximena

 
At 10:34 a. m., Blogger mejorquenovela said...

Visitarte es siempre una grata experiencia.
Besos
Candy

 

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